Empezamos con los homenajes a las personas que nos hicieron ropas preciosas y a mano. Este post viene desde Galicia y es el agradecimiento de una nieta a su abuela. Si queréis participar aquí os contábamos cómo. Estamos muy contentas de vuestra respuesta. Tenéis que leer la historia hasta el final, es preciosa:
Mi abuela se llama María Rodríguez, Maruja, y vive en un pequeño pueblo de Ourense llamado Piedrafita. Durante toda su vida ha cosido y se ha encargado de confeccionar la ropa para la familia.
Creo que nunca valoré en su justa medida el increíble trabajo que eso supone hasta el día que le pedí que me enseñara a ganchillar. No era mi primer intento. Con 15 años intenté aprender a calcetar y mi abuela me enseñó un verano. Pero después de media bufanda, mil puntos perdidos e infinitos agujeros, lo dejé. Ahora con 31 años decidí volver a intentarlo y otra vez la misma pregunta ¿abuela, me enseñas a ganchillar? Mi abuela me responde que sí, pero que sus dedos ya no están igual de hábiles que antes y que ya le cuesta hacer estas labores. Después de media hora intentando aprender a ganchillar empecé a cuestionarme qué manos son las que no sirven para estas labores. Con una destreza que sólo las mujeres que llevan toda la vida tejiendo, calcetando o ganchillando tienen, encadenaba punto tras punto, dibujaba flores, contestaba a mis preguntas, deshacía puntos para enseñarme cómo se hacían otra vez y así hasta que fui capaz de hacer mi primera cadeneta.
Viendo como ganchilla me cuesta creer que algún día fue ella la que le pidió a alguien que le enseñara. La encargada de tal tarea se llamaba Gloria. Su familia tenía una finca al lado de la casa donde vivía. Todas las mujeres del pueblo se reunían allí para ganchillar por las tardes, sobre todo en invierno, porque daba el sol toda la tarde. Lo más increíble de esta maestra es que le faltaba uno de los brazos debido a un accidente de caza ¿os imagináis bordar, ganchillar o tejer sin un brazo? Yo desde luego no! Mi abuela, que por entonces tenía 14 años se unía a ellas para que le enseñaran y después se quedaba por las noches practicando a la luz de un candil.
Pero mis bisabuelos querían que mi abuela fuera maestra y para ello la enviaron a O Castro, un pueblo cercano para que le dieran clases. Para llegar allí tenía que caminar todos los días 12km. Con 20 años se cansó de ir y venir y decidió abandonar las clases. Fue entonces cuando decidieron que debía aprender a coser como su hermana mayor, Sabina. Para ello la enviaron a otro pueblo que se llama A Teixeira y que está a 3km para que Marciana, que así se llamaba su maestra, le enseñara a coser. También le compraron una máquina de coser, carísimas en aquella época, pero que sabían que merecía la pena el esfuerzo porque era una inversión para toda la vida.
La máquina de coser que querían comprar era un modelo que ya le habían comprado a Sabina y que les gustaba porque se podía esconder la máquina y así convertirla en un mueble. Pero ya no la encontraron. En su lugar compraron esta:
Y con esta máquina, que 50 años después sigue cosiendo igual de bien, mi abuela ha confeccionado y arreglado la ropa de toda su familia, conciliando todo ello con el trabajo dentro y fuera de casa.
Sus primeros modelos, sus hijos. Estos son mi tío Pepe y mi madre Celsa. Mi madre lleva en las dos fotos vestidos hechos por mi abuela. ¿Preciosos verdad?
También realizaba todo tipo de prendas de punto. Para muestra este vestido azul y el abrigo blanco que mi madre llevó en el bautizo de mi hermano:
Y llegamos los nietos. Si me pidieran que eligiese una prenda que me marco de pequeña elegiría sin lugar a dudas los gorros de punto y los jerséis. Siempre recordaré los gorros por los enormes pompones que tenían en la parte de arriba. Por desgracia no guardo ninguna foto. Pero sí de los jerséis:
En las fotos no se pueden apreciar los dibujos que mi abuela se inventaba para hacer los jerséis más divertidos y sobre todo únicos. También nos hacía vestidos increíbles. Este me encantaba (se nota ¿verdad?):
Este vestido tiene el cuerpo de ganchillo y falda peplum! Sí señoras! Mi abuela de pequeña me hacía vestidos peplum! Otros vestidos que nos encantaban a mi hermana y a mí son estos vestidos azules con cuerpo bordado:
Puedo subir infinitas fotos de vestidos, jerséis, bufandas…. pero ninguna de ellas le haría verdadera justicia al trabajo de mi abuela:
He elegido esta foto porque está con mi bisabuela, dos mujeres increíbles que espero que este post sirva para rendirles un pequeño homenaje y darles las gracias por todo su trabajo y dedicación a lo largo de tantos años. GRACIAS
MI SOBRINA PRECIOSA YESPECIAL NO SAVES K HEMOCION VER ALAS YAYAS Y A VOSOTRAS TAN NIÑOS, MENUDO OMENAXE DE MI PARTE OLE Y OLE,,,, VESOSSSSSSSSSSSSSS
Qué bonito relato. Desde luego la figura de las abuelas es insustituible por ninguna.
Feliz fin de semana 😉
Felicidades Alexia!!! un gran relato donde describes a la perfección a la abuela…..deberías de ser periodista!!! me has emocionado mucho…..GRACIAS.
hermoso relato Alexia, me encanto y me hizo recordar mi niñez ya que mi mamá nos hacia toda nuestra ropa a mi hermana y a mi, me encanto y te felicito con el orgullo que cuentas todo,pues tuve la suerte de conocer a tu abuela, seres muy queribles y bondadosos los quiero.
Que bonito post, me encanta!
NUEVA ACTUALIZACIÓN!
http://www.betweenmyclothes.blogs.elle.es
Jooo, que entrada tan bonita!!! Si es que a veces damos por supuesto que alguien sabe hacer algo y ya está, y no nos damos cuenta de todo el esfuerzo que supone!